BREVE SEMBLANZA DE SU OBRA Y VIDA (1922 - 1994)
Jorge Páez Vilaró nació en Montevideo el 19 de Mayo de 1922. Perteneciente a una de las más antiguas y fundadoras familias del país, creció y se educó en un ambiente generoso de cultura.
Su padre el Dr. Miguel A. Páez Formoso, fue un eminente abogado americanista, autor de varios libros de historia americana, fundador del Partido Agrario, redactor de la Constitución de la República (1917), catedrático de economía política y derecho en la Facultad de Derecho y catedrático de Ética, Historia, Filosofía en la Universidad de la República.
JPV completa sus estudios, especializándose en Contabilidad Industrial (Lasalle University) asegurándose una primera etapa de labor en importantes industrias del Uruguay. Consecuentemente fue regando su firme vocación artística, concurriendo a los talleres de varios maestros (Guillermo Rodríguez, Enzo Kabregu, Vicente Martín, Lino Dinetto) en los que afirmó sus condiciones para la práctica de las artes plásticas.
Poseedor de una vasta cultura humanística, heredada de su padre y maestro, Jorge Páez Vilaró fue destacando sus firmes valores intelectuales para constituir lo que sería la base estructural de todos sus inteligentes planteos creativos, así como los innumerables proyectos que desarrolló durante su activa y proficua existencia.
Desde 1948, apenas terminada la segunda guerra se instaló en Inglaterra, vinculándose a las más destacadas figuras de las artes locales (Ben Nicholson, Jacob Epstein, Hartung, etc.). A partir de esa instancia, realizó gran cantidad de viajes por el Viejo Mundo, entre los años 1950 y la fecha, en los que cumplió diferentes misiones, estudió, se contactó con grandes maestros con los que convivió diálogos y experiencias de suma trascendencia para su carrera de artista y también para el desarrollo de su acción en las esferas de la cultura. De la lista de recordados contactos, anota sus inolvidables encuentros y entrevistas con Pablo Picasso, Mace Chagall, Giacometti, Henry Moore, Bacon, Hartung, Rolf Cavael, Severini, Chadwyck, Barbara Hepworth, Nicolas de Stael, los españoles de París: Fenosa, Clave, Parra, Peinado, Fernández, Domínguez, los italianos Campigli, Sironi, Afro, Mirko, Mascherini, Capogrossi, Vedova, Santomasso, De Chiricho, el Grupo Cobra integrado con Appel, Jorn, Corneille, Ajechinsky, los pioneros del informalismo: Tapies, Millares, Viola, etc.
En 1957 organizó y llevó al museo de Arte Municipal de Ámsterdam una importante muestra de arte uruguayo, incluyendo a Torres García, que giró luego por varias ciudades (La Haya, Rótterdam, etc.) teniéndolo como principal animador y locutor. Con tal motivo siguió cursos de museología con el. Prof. Sandberg, una de las máximas autoridades mundiales en la materia actuando como profesor invitado en el Instituto de Estudios Iberoamericanos de Utrech. Este periplo resulta de marcada influencia para Jorge Páez Vilaró pues allí en el Stedelijk Museum se vincula a la producción del expresado Grupo Cobra, acercándose a Appel, y a Corneille, de los que sacó renovadoras enseñanzas y conceptos para la afirmación de su pintura e ideas. Su pintura o visión del arte gira ciento ochenta grados a partir de estos lucidos encuentros, volcándose hacia la pesquisa de una nueva expresión que se acomodara con su sentimiento por el color y la imagen. De esta manera Jorge Páez Vilaró coloca las "agujas en el reloj de su tiempo", innovando, incorporando y transmitiendo lo sentido y adoptado, como el todo correcto para concebir un nuevo arte de acuerdo con los cambios filosóficos, humanos, sociales y estéticos, comunicados por el nuevo hombre de la post guerra.
Cada uno de sus viajes dio lugar a sostenidos debates y actuaciones públicas en su Montevideo natal así como en Buenos Aires, en donde también tenia formado su ambiente relacionado con los artistas más destacados del momento: Presas, Raúl Russo, Santiago Cogorno, Vasileff, Berni, etc. Fue precisamente en Buenos Aires que expone por primera vez en la Galería Pizarro (1961) una serie de obras diagramadas bajo la tutela de sus relaciones con el Grupo Cobra, dando lugar a elogiosos comentarios y al entusiasmo de los más jóvenes que en aquel instante estaban pautando el renacer de un arte más universalista en la Argentina: Rómulo Macció, Felipe Noe, Jorge de la Vega, Deira, Dávila, etc. Con muchos de ellos se reencuentra en París, donde surge el Grupo de la Nueva Figuración Argentina, de indudable peso en la historia plástica del país hermano en la década del sesenta.
Corresponde señalar que la acción de Jorge Páez Vilaró artista pintor estaba y fue acompasada por una apasionada vocación por la temática total del arte, creando al paso una de las colecciones privadas más importantes del país. Basta recordar algunos de los artistas de su relevante inventario: un dibujo de Picasso, una bailarina de Degas, óleo de Chagall Vaca Tocando el Violín, (1927), Lurcat, Marie Cassat, Constant Permeke, Baumaister, Mondrian, Vasarelli Tapies, De Pisis, sanguinas de Maillol, óleo de Derain, Campigli, De Chirico, Afro, Clave, dibujo de Miró, óleos de Appel, Corneille, Jorn, Hartung, etc. Además de todas estas piezas enriquecía el acervo doméstico, verdadero cenáculo de intelectuales y artistas, con esculturas de Degas, Maillol, Rodin, Moore, Chadwick, Marino Marini, etc. y una espléndida y siempre creciente colección de arte precolombino, que sería la base para la posterior creación del Museo de Arte Americano de Maldonado. Cabe recordar en esta síntesis de méritos la Fundación de la Galería Windsor (1950) en combinación con grandes galerías de Inglaterra como Parker, Gimpel, etc. que aportó exposiciones de primera magnitud y también del Museo de Arte Moderno, auspiciado por el Diario El País, que se inauguró con tres excepcionales muestras, Jóvenes Escultores Ingleses, Vasarelli y Grabadores de Holanda.
También desde el MAM como desde el Ateneo, en donde organizó el primer concierto y discusión sobre el arte abstracto junto al pintor alemán Hans Plastchek y al crítico Peter Bahiertal hizo sentir su inteligente alegato en pro de las nuevas pesquisas, provocando renovadoras polémicas que revitalizaron el clima ambiental, animado por el gran Maestro Torres García con su taller de Arte Constructivo con la potencia de su pensamiento y sus valores. Durante varios años ocupó la titularidad de la crítica y fundó el Suplemento Cultural del diario El Bien Público, dejando inolvidable huella con sus estimulantes e inteligentes artículos y apreciaciones sobre las artes plásticas y el revisionismo conceptual exigido por la hora de nuevas vivencias. Entre todo este agitar de innumerables actividades, que rememoramos: conferencias, redacción de prólogos, mesas redondas, audiciones radiales, giras por el interior del país ofreciendo charlas con audiovisuales en escuelas y liceos de la República, Jorge Páez Vilaró cumplió una consecuente y nutrida cadena de exposiciones individuales y colectivas además de ser seleccionado en repetidas oportunidades para representar al país con sus trabajos, en eventos, certámenes y bienales en los que obtuvo consagratorios premios.
Analizada su rica biografía puede decirse que Jorge Páez Vilaró fue uno de los pintores latinoamericanos que obtuvo la mayor cantidad de distinciones en compulsas internacionales, dentro de las cuales la más exigente, la Bienal de San Pablo le otorgó en tres ediciones el Premio Brindes Pombo por sus dibujos, el Premio Caio Alcantara Machado por sus pinturas informales, y el Premio al Mejor Dibujante Latinoamericano por sus "dibujazos". Cabe a la vez ilustrar para la más inteligente comprensión de su personalidad en el terreno de la estética, que luego de sus contactos con los maestros del Informal en Europa (Tapies, Millares, Feito, Fautrier, etc.) supo de un sentido pasaje por esta búsqueda, convirtiéndose en uno de los líderes del movimiento en Sudamérica a partir de su labor irradiatoria de Montevideo. Un trabajo histórico y una memorable muestra retrospectiva en el Museo Municipal de su capital, le ubican en el sitial de honor de toda esta generación de los años cincuenta que cambió sustancialmente el rumbo del arte uruguayo contemporáneo. La extensa lista de muestras que hilvana en su inquieta travesía, tanto en su área como en importantes centros de América y Europa puede ser valorada con la lectura paciente de su curriculum referente, que se adjunta a estas líneas de semblanza.
Por sus valores fue designado varias veces miembro de la Comisión Nacional de Artes Plásticas que maneja la política de las bellas artes en el Uruguay. Desde esta alta posición ratificada por varios Gobiernos, Jorge Páez Vilaró realizó brillante e inolvidable gestión. La confianza y prestigio ganados, tanto en la esfera local como internacional, le permitió desempeñar numerosas y valiosas gestiones como Comisario en las Bienales de Venecia y San Pablo, Delegado en certámenes de España, Chile, Argentina, Kassel, Medellín, Valparaíso, Cartagena, etc.
En 1960 colaboró también en la creación de la Bienal de Córdoba, acompañando a sus gestores principales Pedro Pont Verges y Christian Sorensen en todo el proceso organizativo de este trascendente acontecimiento de las artes latinoamericanas hoy clausurado.
En el ínterin recibió el ofrecimiento del Secretario de la Organización de Estados Americanos, Sr. José Mora Otero, como candidato para ocupar la Dirección de Cultura vacante en dicha institución, honor que agradece impedido por la propia suma de compromisos estables que tenia que atender en su tierra natal y en esfera de sus intereses.
Muchas obras remarcables en el panorama latinoamericano han contado con su experto apoyo. Con Francisco Mattarazo estuvo en las bases de la Bienal de San Pablo, a la que concurrió a todas sus ediciones como crítico, pintor, comisario y también como miembro del Jurado de Premiación Internacional. También integró la delegación brasilera que inauguró el Pabellón de Brasil en la Bienal de Venecia. Colaboró con Niomar Moniz Sodre en la primera campaña de concientización en pro del Museo de Arte Moderno de Río, a cuya inauguración concurrió como invitado especial, intervino en la fundación de lo que se llamó en Santiago de Chile el Museo de Arte Moderno (Quinta Normal), junto con Nemesio Antúnez, Barreda, Ortuzar, Roser Bru, etc. Organizó la donación de arte uruguayo para dicho Museo. Igual iniciativa permitió al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires tener una valiosa y representativa colección de plásticos uruguayos. Organizó la valiosa donación de Arte Uruguayo al Museo de Arte Contemporáneo de San Pablo (MAC). Representó por largos años a la Bienal de San Pablo en el área. Fue invitado por el Presidente del Brasil, Juselino Kubicheck a distintas jornadas culturales durante el proceso formativo de Brasilia y al Congreso de Arquitectura celebratorio del mismo. Colaboró con Marta Traba y figura en el acta fundacional del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Armó con Godula Bucholz una importante y pionera muestra itinerante de América Latina que culminó en Baden Baden con una conferencia sobre el tema. Intervino en la compra del Pabellón uruguayo en Venecia por mandato del presidente del Consejo Nacional de Gobierno Eduardo Víctor Haedo. Fue representante y seleccionador de la Bienal de Grabado de Chile. Lo mismo ocurrió con la Bienal de Medellín que le tuvo entre sus principales animadores. Fue miembro del Comité presidido por el Dr. Rodolfo Mezzera para crear el Museo Latinoamericano Municipal de Montevideo. Colaboró con Asis de Chateaubrian en la gestión pro Museo de San Pablo.
Prologó más de cien exposiciones. Dictó conferencias en resonantes centros como Paraninfo de la Universidad, Amigos del Arte, Museo de Chile, Ateneo de Montevideo, Royal Society of Fotography de Londres, Centro Latinoamericano de Roma, Facultad de Arquitectura de Asunción, Museo de Viña del Mar, Rotary Club (varios países), Museo Carafa de Córdoba, Instituto Iberoamericano de Madrid, Instituto de Estudios Iberoamericanos de Utrech, Escuela de Bellas Artes de Lima, etc. Reorganizó el Foto Club del Uruguay concretando varias muestras que le devolvieron imagen en el concierto internacional. Fue designado para Presidir la Comisión que estudió la viabilidad del Museo de Arte Contemporáneo del Uruguay, basada en su novedosa iniciativa de erigirlo en el Estadio Centenario de Fútbol, para lograr la convivencia cultural de las artes con el deporte y las masas. Consecuentemente con el apretado sintetismo de estas líneas generales sobre la imagen y valiosa gestión de Jorge Páez Vilaró tanto en su patria como a lo ancho y largo de las Américas, debemos también subrayar su infatigable labor en el terreno de las reconstrucciones históricas y en la sustancial, salvación del ambiente y entorno en el que más tarde hará funcionar el Museo de Arte Americano, llamado a ser uno de los centros culturales más activos y suscitadoras del país y la región, en desafío que despierta la admiración continental. Alerta y sensible ante la corriente destructora que afecta el inventario de bienes históricos del país, Jorge Páez Vilaró logró restaurar con su peculio, más la generosa colaboración de terceros, tres hermosos ejemplos de la primera arquitectura portuguesa de la Colonia del Sacramento que datan de principios del siglo XVIII, entre ellos ésta, su casa, que hoy le rinde su homenaje. También en la misma zona y bajo los auspicios del CITIBANK recicló el "rancho portugués de 1726" en que instaló un peculiar y hermoso museo "Cerámicas y Baldosas Coloniales", con la base de una completa colección de piezas (600) armadas bajo su supervisión.
Tanto su avasallante inquietud, como su vasta cultura, más la suma de una ambición creativa que va más allá del propio cuadro de caballete o del muralismo del que ha sido también practicante, le han permitido incursionar en el área del urbanismo y la arquitectura, vinculándose a uno de los estudios más prestigiosos del país (Arq. Luís García Pardo), colaborando en la programación y concreción de tres bellos edificios de apartamentos en Montevideo ubicados esbeltamente sobre la Rambla de los Pocitos, y dos sendos ejemplos de la mejor arquitectura levantados en Punta del Este, L'Hirondelle y Ruca Malen. Fue uno de los animadores del proyecto urbanístico de Punta Ballena, en donde tiene su famosa casa blanca (Yemanja) planificado en uno de los lugares costeños más hermosos del Uruguay, a pocos kilómetros de Punta del. Este. Acotamos a la vez que de su incursión como escultor quedan dos sendas obras: un enorme móvil en el Pabellón de Aduanas de Montevideo y dos murales de hierro del. Edificio Torre Gorlero de Punta del Este.
Jorge Páez Vilaró frecuentemente recordaba con nostalgia sus almuerzos con Picasso en Vallauris, con motivo de la muestra de cerámicas que le organizó al genio malagueño en Montevideo, así como también a su admirado amigo, Jean Lurcat, el padre de la tapicería moderna, que le confiara la Exposición de tapices que giró por Brasil, Uruguay, Argentina y Chile en un esfuerzo sin precedentes.
Su vocación americanista le llevó a integrar la Sociedad Bolivariana del Uruguay e integrar la Comisión Nacional en pro del Monumento al Libertador en el Uruguay. Fiel a ese pensamiento que fue motor de todos sus desvelos, fundó hace treinta años el Museo de Arte Americano de Maldonado. Como su alma máter y elemento irreemplazable, propulsó sin descansos las artes plásticas latino americanas, cumpliendo programas inéditos históricamente para el área, donde se levanta como un ejemplar centro de irradiación de las voces creativas del continente A esta altura de nuestra cálida semblanza, no podemos olvidar el manifiesto en favor de la toma de conciencia del ser americano, en la procura de afirmar su identidad cultural ante el resto del mundo, que Jorge Páez Vilaró practicó fervientemente en su actitud de pintor promotor, hombre de acción y de emoción. Es por eso que en la pintura, Jorge Páez Vilaró se abraza del "Arte Salvaje"; para plasmar una temática vernácula, que posee los humores de sus gentes, y documenta la "gesta diaria de cada esquina, de lo más intimo y propio, de lo que nos saluda y pertenece..." Con esa filosofía reivindicadora de americanismo y localidad, surgen en los últimos años sus temas tangueros, temas ciudadanos, sus cafés, la iconografía de hormigón, sus retratos cursis, todo un clima afectivo y de afirmación e inventiva que salva en el tiempo la imagen y carácter del terruño y sus comunidades, sus paisajes, sus dramas y alegrías, en la plenitud del sentido crítico y la autenticidad.
Nuestro artista se auto definió como un cronista de sus circunstancias que cuenta las anécdotas populares en el espacio de sus telas, fiel a una tradición secular que viene en hoy a, Daumier, Hogart, Ensor, Solana y el venerado pintor uruguayo Pedro Figari sus antecedentes referenciales. A ello agregó para la dosis de su comunicación, todo lo aprendido de la Nueva Figuración (Bacon y sus consecuencias), manifestándose por conductos expresionistas adaptados a su natural, sentido del humor y visión del cosmos y la humanidad. Es necesario recordar, refiriéndonos a la actitud de su comportamiento como esteta, su precursor manifiesto del Dibujazo, realizado exaltando la necesidad de conferirle al dibujo, como expresión en sí misma la personería que le correspondía como obra final, y no como elemento de intermediación o pasaje para el cuadro. Consecuentemente con ese pensamiento apareció en América toda una brillante generación de dibujantes que dio identidad a sus sentidas premoniciones. Y en lo personal fue galardonado con dos premios en la Bienal Paulista y el Premio de Dibujo en la Bienal de Rijeka, Yugoslavia.
Pocos artistas plásticos en nuestro país han cumplido tarea tan rica y completa. Pocos han sido y son tan generosos en la entrega del esfuerzo, del sudor, del estímulo para los demás, del apoyo incondicional para la juventud.
Jorge Páez Vilaró, soñando y haciendo lo que él llamaba "la América nuestra de cada día", aconsejó a las Naciones Unidas para llevar adelante sendos proyectos culturales en el Uruguay, estableciendo desde su sitio en ICOM (Consejo Mundial de Museos de UNESCO) las reglas para crear políticas museográficas, para las facilidades en la comunicación de los mensajes del arte. Sensibles ante su tesonera proclama de "hechos y no palabras", las patrias hermanas de Brasil, Perú y Chile le impusieron las condecoraciones de "Orden de Barón de Río Branco", "Comendador al Mérito" y la "Orden de Gabriela Mistral", varias instituciones de los tres continentes le designaron miembro de honor, recibiendo a su paso los estimulantes y continuos homenajes de gobiernos y pueblos que él asumió sin vanidades como forma y parte de un diálogo anímico que formó parte de su calidez, entrega natural y afecto por los demás. Su "foja" de servicios, la larga actuación en la plástica como en el territorio de la cultura queda refrendada por cientos de artículos de prensa y revistas del Uruguay y resto del mundo, así como está anotada en importantes trabajos críticos y libros que abarcan la problemática del arte contemporáneo. Sus telas y dibujos se hayan en importantes museos del Uruguay y resto del mundo, así como en infinidad de colecciones particulares.
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